jueves, 26 de enero de 2012

La inmortalidad: un acercamiento diferente

Como había comentado en una de nuestras últimas clases, os presento una película relativamente reciente -y ya de culto- que ofrece un planteamiento original y sorprendente de lo que supone ser inmortal: The Man from Earth (El hombre de la Tierra). Aunque tiene muchos trucos en los giros de su trama, y nos plantea una posibilidad demasiado excepcional, advierto que no es un filme con efectitos ni dioses olímpicos ni supermegahiperhéroes ni rayos azules que volatilizan edificios. Ni siquiera salen helicópteros, que para mí son la frontera divisoria entre los dos tipos básicos de películas: las comerciales y de acción y las de reflexión. Casi toda la acción se desarrolla en una habitación en la que los personajes conversan. Y resulta sumamente entretenida.


Recordad que cabían muchas concepciones acerca de la inmortalidad: que si colectiva o si individual, que si bendición o si castigo... Aquí estamos ante el caso de un individuo aislado que se enfrenta con serios pesares a su singularísima condición. No es la óptica que más me interesa, ni se explora lo que sería de la humanidad si no tuviera que enfrentar la certeza de la muerte, pero la película merece la pena. Os dejo un tráiler, recomendándoos que busquéis una copia para echar un rato interesante.




domingo, 22 de enero de 2012

Trabajo sobre El Señor de las Moscas

El señor de las moscas es una de las novelas más conocidas del siglo XX, y la causa principal de que a su autor, el británico William Golding, se le concediera el Premio Nobel de Literatura en 1983.
Se trata, como otras de las novelas que aquí he presentado, de una fábula sobre la condición humana, despiadada y extrañamente realista, pesimista pero con un hálito de esperanza. La historia usa el tópico del náufrago en una isla desierta. Pero aquí los náufragos son un grupo de escolares británicos, educados y pulcros, que van a ir acercándose progresivamente a la barbarie, con su degradación moral, lo que acaso sea acorde con su verdadera naturaleza una vez liberada de las normas y la educación impuestas por nuestra represiva civilización. Aunque no todos los chicos son iguales.


La novela está llena de una creciente tensión, de personajes arquetípicos, de descripciones inolvidables y de verdades como puños acerca de cómo somos. Veréis que encaja muy bien con algunos asuntos que ya hemos discutido en las clases de Ética de 4º, así como con otros que veremos más adelante.
Os dejo aquí el enlace al documento en pdf con las instrucciones y las cuestiones para el trabajo. Tenéis que respetar escrupulosamente las indicaciones pero, más aún, debéis reflexionar sobre todas las cuestiones que suscita la novela, de las que yo sólo os planteo una muestra. Y no olvidéis disfrutar de la lectura; no la leáis con prisa, reservaros un par de tardes libres, un domingo tonto por la mañana, elegid vuestro sillón favorito, admitamos una tenue música de fondo, desconectad el móvil... y a meteros en la historia.

domingo, 8 de enero de 2012

La muerte (2): Tragedia... hasta cierto punto.

Nada hay más cierto que la muerte. Ni más inevitable. Ni más terrible. Para todos: para los que la presienten y para los que la presencian. La consciencia de la propia muerte se va formando en el niño con una mezcla de incredulidad y desasosiego. A los cuatro o cinco años, el tierno zagal pregunta con insistencia, a quien se le ponga a tiro, si se va a morir. Quizás nunca nos reponemos del trauma
Sabernos mortales produce con frecuencia un sentimiento de futilidad hacia cualquiera de nuestras acciones -en especial si requieren un largo esfuerzo-, y de inutilidad de nuestra vida entera. Esto es al menos lo que le pasa al joven protagonista de la recientísima película norteamericana El arte de pasar de todo (The Art of Getting by), como cuenta en unas impagables frases al comienzo de la cinta ("¿Qué sentido tiene nada, si me voy a morir", etc.). Intentad buscarla; como no he podido encontrar esos momentos, sólo os puedo ofrecer un fragmento de diálogo algo posterior; está en inglés, lo que podrá ser aprovechado por nuestro amplio alumnado bilingüe. Je.



En un tono muy distinto, el grupo cómico británico Monty Python hizo en 1984 una película ampulosamente llamada El sentido de la vida (The Meaning of Life). En uno de los sketches -llamado Muerte- se presenta a ésta como una presencia tan inesperada como inexorable. Su iconografía es la más clásica: esqueleto con guadaña. Muy simpática secuencia.



Y en la ya mencionada y desternillante película de Woody Allen La última noche de Boris Grushenko (más certeramente llamada en su versión original Love & Death), el protagonista está permanentemente angustiado por la muerte. Toda la cinta es una alarde de homenajes a filósofos clásicos y a Dostoievski. Al final, consigue superar su temor y parte hacia el más allá mientras baila con la muerte -aquí vestida de blanco- en el famoso plano final que tenéis aquí:

viernes, 6 de enero de 2012

La muerte (1). ¿Y si las máquinas muriesen?

En opinión de algunos, nada nos define más como especie que nuestra consciencia de la muerte. Sólo siendo muy generosos, y algo superficiales, podríamos conceder que algún animal no humano sabe que va a morir. Ya os conté que, en realidad, los lemmings no se suicidan. Ahora os añado que es un mito que los elefantes moribundos se encaminen hacia cementerios de proboscídeos. 
Seguramente el tipo o la tipa que por primera vez sospechó, con aterradora probabilidad, que iba a morir, y que quizás se rebeló ante tan atroz pensamiento, fuera el primer humano. Luego vinieron las diversas tradiciones culturales de enterramientos, incineraciones, despedidas y creencias en travesías hacia unos u otros masallás.

Siguiendo mi costumbre, se me ocurre ofreceros, querido discipulado, un par de muestras más que interesantes de cómo el cine ha presentado la muerte y algunos de los sentimientos y reflexiones que suscita. 
Empezamos enlazando con la cuestión, vista hace poco, de la posible humanidad de las máquinas. Si alguna vez máquinas, robots o sistemas cibernéticos fueran semejantes a los humanos..., ¿cómo afrontarían su propia muerte? 

Ejemplo 1: En la ya conocida Blade Runner, el replicante Nexus-6 llamado Roy, cuya vida está limitada por razones de seguridad a seis años, lamenta su próximo final: ha visto cosas increíbles que nadie ya conocerá jamás ("Naves ardiendo más allá de Orión", etc.): "Todos esos momentos se perderán en el tiempo, como lágrimas en la lluvia". Apreciad el tono trágico y poético de esta conocidísima secuencia, y no os perdáis la reflexión final -muy apropiada para nuestros propósitos- del protagonista humano que interpreta Harrison Ford. (Atención: secuencia en castellano.)


Ejemplo 2: Vamos ahora con una de las muertes más famosas de la historia del cine: el momento de 2001: Una odisea del espacio en que el astronauta Dave Bowman desconecta el sofisticado -y al parecer autoconsciente- computador HAL 9000, que controla las funciones de la nave en la que viajan hacia Júpiter y a cuya tripulación ha matado debido a un extraño mal funcionamiento. Hal ruega por su vida y desvaría. (En este enlace encontraréis la versión en castellano, que no admite su inserción aquí.)




martes, 3 de enero de 2012

"Filosofía es esto: examinar y afianzar los criterios." (EPICTETO)

A menudo, y en particular en nuestras clases de Filosofía y de Ética, no importa tanto qué pensemos sino por qué lo pensamos. Una de las grandes tareas que siempre han ocupado a los filósofos, y en especial a los filósofos morales, es establecer los criterios que nos permitirán llegar a nuestras opiniones o conclusiones. No vale sostener algo porque sí. Hay que tener motivos para sostenerlo. Y deben ser lo más sólidos y fundamentados posible. De otro modo, pensaremos muchas tonterías y caeremos en continuas incongruencias. (Recordad que las personas son siempre respetables; las opiniones no: las hay absurdas, ridículas, perjudiciales y terribles.) 
En el test que a muchos de vosotros os presenté recientemente en clase, el Chequeo filosófico (tomado del libro de Julian Baggini ¿Pienso, luego existo?), se trataba de opinar sobre una serie de cuestiones y de ver a continuación si éstas eran incoherentes o incompatibles entre sí. Os recuerdo que no se trataba de determinar si vuestras opiniones eran las correctas, sino de mostraros que, si pensáis tal cosa, es incoherente que penséis tal otra. A modo de ejemplo: Si sostenéis que "matar está siempre mal", no podéis también creer que "la Segunda Guerra Mundial fue una guerra justa", porque afirmarías que estuvo bien matar a los partidarios del régimen nazi alemán, lo que es contradictorio con la primera opinión. Pero el test no dice, repito, si esos dos enunciados son correctos o falsos; ésa sería otra cuestión.
Estas cuestiones son complicadas. Por dos motivos: A) Es fácil tener una opinión. A veces, incluso demasiado fácil. Recuerdo ahora aquello de que las opiniones somo como las narices (¿o era otra cosa?): cada uno tiene la suya. Lo difícil es ir encontrando, por nosostros mismos, las buenas razones que nos permitan sostenerla. Con frecuencia no se consigue.
Y B) No hay cuestiones más difíciles que las morales. No hay forma sencilla de resolverlas, la humanidad lleva milenios dándoles vueltas y muchas de ellas aún suscitan vivas discrepancias. Suelen presentarse en forma de dilemas: me veo en la necesidad de elegir entre esto o lo otro. Es entonces cuando ansiamos una tabla a la que agarrarnos, un criterio que nos oriente.
Una muestra de dilema moral, parecido al clásico de matar a Hitler, es el de matar a Napoleón cuando está invadiendo Rusia, según nos cuenta esta desternillante secuencia de la divertida película La última noche de Boris Gruschenko, de Woody Allen. El protagonista dice muchas tonterías, pero jugando con nombres, ideas y problemas de la mayor importancia.