lunes, 26 de marzo de 2012

Por qué yo voy a hacer huelga el jueves 29.

[El contenido de esta entrada no es estrictamente académico y el alumnado no necesita leerlo, salvo que esté particularmente interesado en el contenido que anuncia su título]

En nuestras clases de Ética en cuarto hemos hablado de por qué hacer lo que hacemos, de cómo decidir cuando nos encontramos ante dilemas, de buscar criterios que nos guien. 
Pues bien, he decidido apoyar la huelga convocada por diversos sindicatos para este jueves 29 de marzo contra la Reforma Laboral decretada por el gobierno de la nación hace pocas semanas. Y me veo en la obligación profesonal, deontológica, de explicar a mi querido alumnado mis motivos.
(Sigue leyendo sólo en el caso de que te interesen mis motivos y/o la práctica de resolución de dilemas)

Vamos a estructurar el discurso. Hay razones contrarias y razones favorables a hacer la huelga, y una persona reflexiva y razonable debe examinarlas. Si además tiene fibra moral, si es coherente con sus principios y cree en defenderlos razonadamente, sin dejarse llevar por emociones que nublen el entendimiento, deberá tomar una decisión acorde con esas reflexiones.

Razones contrarias a la huelga:
  1. No sirve para nada. No va a cambiar las cosas.
  2. Se pierde (tontamente) dinero. En mi caso dejaré de ingresar más de 80 €, pues no sólo es el sueldo del día, sino también la parte proporcional de las pagas extraordinarias y de otros complementos.
  3. El que hace la huelga es un pardillo: la mayoría de sus compañeros no la va a hacer.
  4. No tiene sentido porque no me afecta: la reforma laboral afecta a trabajadores de empresas privadas por cuenta ajena, no a funcionarios de carrera.
  5. Si haces huelga te pueden despedir, o cuando menos "mirar mal" en tu empresa.
  6. La reforma laboral es buena: creará más empleo. Oponerse a ella es apostar por más paro.
  7. No es momento de hacer huelgas. (Tenemos que sumar esfuerzos, no frenar las reformas).
Bien, examinemos estos argumentos:
  1. El argumento (1) puede tener fuerza, pero no lo podemos saber con antelación. Ha habido huelgas generales muy efectivas (1988, 2002) y otras que no dejaron huella (2010), pero es un argumento válido sólo para utilitaristas y, en general, para quienes ponen los resultados por encima de cualquier otra consideración. Si crees que los resultados no determinan la bondad o la maldad de una acción, el argumento no vale nada.
  2. El argumento (2) es incuestionable, y tiene mucha fuerza para las personas muy agobiadas por el dinero, o también para las sencillamente "peseteras". Millones de personas no han hecho huelgas porque les cuesta dinero, y a menudo se dice que los estudiantes las hacen porque no se les descuenta de su paga. Si eres poco materialista o el dinero no es una motivación prioritaria en tu vida, el argumento tiene poca fuerza.
  3. El argumento (3) es fuerte para muchos: molesta ser el único, y sacrificarte por otros que ese día apenas trabajan, no pierden dinero y encima se beneficiarían de que la huelga tuviera éxito. También cuesta ser minoritario y ser poco comprendido. Si eres moral y psicológicamente dependiente y gregario, este argumento es muy fuerte.
  4. En principio, (4) es cierto: la reforma laboral pone las cosas difíciles a la mayoría de los trabajadores, que podrán ser despedidos muy fácilmente o que ganarán menos sin poder quejarse, pero no está orientada hacia nosotros, a quienes no se nos va a poder despedir así como así. Pero la reforma supone un primer paso en la precarización de muchos servicios públicos, supondrá el despido de muchos miles de compañeros y colegas interinos y va a acabar en un deterioro de nuestras condiciones laborales. Además, favorecerá el enfrentamiento entre los propios trabajadores, que verán al que tiene un trabajo fijo como un enemigo, en vez de enfrentarse a quienes han creado sus precarias condiciones de trabajo. Y por último, creo que perjudicará a mis alumnos, y a mí mis alumnos... me importan.
  5. No es mi caso, aunque sí el de muchos trabajadores. Se habla poco de los cientos de miles de trabajadores y trabajadoras para quienes hacer huelga puede suponer -ahora más que nunca- que te despidan o te amenacen con hacerlo, o que no te renueven el contrato, o que lo hagan en peores condiciones, y se sienten violentamente presionados a no ejercer este derecho laboral. Es un argumento válido en ciertas situaciones, pero lamentable y que, antes que refrenarnos, nos debe empujar aún más a la protesta.
  6. No creo en el argumento (6), y el gobierno tampoco: ahora se nos dice que durante el próximo año habrá 600.000 desempleados más. Y que a corto plazo va a destruir mucho empleo. Entonces, ¿para qué sirve? Si se creará empleo cuando las condiciones económicas mejoren, entonces da igual la legislación laboral que haya, se creará empleo con o sin reforma. De hecho esto es lo que ya ha pasado: hace unos años creábamos dos de cada tres empleos en la Unión Europea, con una legislación laboral muy diferente. y en los tres últimos años se han destruido más de tres millones de empleos, sin necesidad de esta reforma laboral. En conclusión, no se crea más empleo (sí mejor o peor empleo) con leyes laborales.
  7. El argumento (7) es el favorito de cualquier gobierno: nunca un gobierno dirá "sí, entiendo que me hagan una huelga, muu bien hecho". Claro que una huelga no crea empleo, es que no es ése su objetivo, pero puede evitar injusticias y paralizar reformas perjudiciales para los trabajadores (véase 1). Además, no se hace una huelga para perder producción, sino a pesar de perder producción. Por otra parte, a muchas empresas les viene bien, aunque no lo confiesan: se ahorran una pasta en salarios y se libran de stocks. Y en cuanto a que el gobierno lleva poco tiempo, no se hace una huelga en función del tiempo que un gobierno lleve en el poder, sino de las medidas que tome, y las medidas que ha tomado ahora este gobierno son especialmente duras para la clase trabajadora; si hubiera planteado la reforma laboral dentro de un año, se convocaría la huelga dentro de un año.
En resumen, yo no haría esta huelga si fuera egoísta, utilitarista, pesetero, gregario o partidario de recortar los derechos de los trabajadores, o si mi pan y mi empleo precario dependieran de ello. Como no me ubico en ninguno de esos grupos, no veo razones sólidas para oponerme a la huelga.

Ahora veamos si hay razones para apoyar esta huelga:
  1. La reforma laboral es injusta y será ineficaz. Esto puede fundamentarse en lo siguiente:
  • Esta reforma laboral recorta drásticamente derechos laborales y conquistas sociales de los trabajadores y sindicatos. (La posibilidad de mantener tu salario, tu función, tu destino, tu remuneración por desempleo, tu protección por enfermedad, tu derecho a la negociación colectiva y otros varios se ven dramáticamente reducidos.) Por ello, es injusta.
  • Esta reforma laboral no es útil. Por sí misma apenas creará empleo; en cambio, contribuirá a que el empleo que se cree sea más precario y de mucha peor calidad.
  • Esta reforma quiebra todo consenso social, al perjudicar netamente a uno de los elementos de la relación laboral, los trabajadores y sus representantes, en favor del otro elemento, el empresariado, que ve satisfechas sus principales demandas. Es desequilibrada.
  • Esta reforma perjudicará especialmente a los más necesitados de apoyo para su inserción en el mercado laboral, como jóvenes que tendrán continuos contratos en prácticas de los que se les podrá despedir gratis; o enfermos que podrán ser despedidos aunque justifiquen sus ausencias (incluimos aquí a mujeres embarazadas o lactantes); o a nuestro alumnado, al que le espera -nos tememos- un futuro mucho más incierto del que tuvieron otros antes que ellos.
  • Esta reforma es un paso necesario para el planificado deterioro de diversos sectores de actividad, en particular del sector público, que se verá cada vez más hostigado por futuras normativas, de modo que los servicios públicos acaben precarizándose, y muy particularmente la educación.
En función de lo anterior cabe proponer varios criterios de fuerte calado ético (guiño al alumnado de 4º):
  1. Hay que rebelarse ante lo que uno considera injusto. Afortunadamente, vivimos en un sistema en el que la rebelión ante la injusticia puede todavía hacerse de forma legal, por ejemplo a través de una huelga.
  2.  Hay que ponerse en el lugar del otro, pensar en cómo afectan las cuestiones a los demás, y reaccionar ante lo que a otros perjudique, aunque no a nosotros directamente. Podemos invocar el procedimiento de "el velo de la ignorancia" propuesto por Rawls: tengo que considerar los problemas sin pensar en cómo me afectan personalmente a mí, ignorando cuál es mi posición. (¿Aprobarían esta reforma empresarios o financieros sin saber si, en una especie de lotería, les pudiera tocar ser empleados por cuenta ajena, lo que sería mucho más probable porque son más?)
  3. También cabe aplicar un criterio utilitarista: ¿esta reforma beneficiará a la mayoría o a una minoría? Me temo que perjudicará a la mayoría de los trabajadores y que beneficiará a un sector pequeño de la población, de hecho al sector que parece que la ha dictado, aunque a algunos les parezca lo contrario por el enorme poder financiero y mediático que dicho sector tiene.
  4. Cabe así mismo seguir un criterio kantiano: ¿prefiero vivir en un mundo en el que cada uno se mueva por intereses propios y egoístas, o sea insensible ante las medidas injustas, o indolente ante el mal ajeno, o prefiero vivir en un mundo donde lo normal sea la lucha por la igualdad y por la justicia social, así como la rebelión cívica ante la explotación? O, siguiendo con Kant: ¿queremos un mundo en el que los seres humanos sean meros medios, mercancías en manos de otros hombres, o bien fines en sí mismos, con dignidad inalienable y sujetos de derechos? O, por último, ¿cuál es aquí mi deber, independientemente del resultado que se obtenga?
  5. Hay pocos criterios hedonistas para apoyar la huelga: ¿Voy a disfrutar más por perder 80 €? No parece. ¿Me lo pasaré bien por no ir ese día a trabajar? Es una idea lamentable, que uno no debe permitirse; además, con esta entrada y otras cosas creo que voy a echar más tiempo que si no hiciera huelga. ¿Y el placer que experimentaré solidarizándome con mis compañeros en huelga, o sabiendo que he hecho lo que me parece correcto? Puede ser, puede ser. Yo no despreciaría la fuerza de este motivo.
En definitiva, creo que hacer huelga, al menos en mi caso, es propio de personas con alto sentido del deber, con conciencia cívica, conscientes de sus derechos y del valor de protegerlos, sensibles ante las injusticias y que desprecian razones egoístas y comodonas.

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