domingo, 8 de enero de 2012

La muerte (2): Tragedia... hasta cierto punto.

Nada hay más cierto que la muerte. Ni más inevitable. Ni más terrible. Para todos: para los que la presienten y para los que la presencian. La consciencia de la propia muerte se va formando en el niño con una mezcla de incredulidad y desasosiego. A los cuatro o cinco años, el tierno zagal pregunta con insistencia, a quien se le ponga a tiro, si se va a morir. Quizás nunca nos reponemos del trauma
Sabernos mortales produce con frecuencia un sentimiento de futilidad hacia cualquiera de nuestras acciones -en especial si requieren un largo esfuerzo-, y de inutilidad de nuestra vida entera. Esto es al menos lo que le pasa al joven protagonista de la recientísima película norteamericana El arte de pasar de todo (The Art of Getting by), como cuenta en unas impagables frases al comienzo de la cinta ("¿Qué sentido tiene nada, si me voy a morir", etc.). Intentad buscarla; como no he podido encontrar esos momentos, sólo os puedo ofrecer un fragmento de diálogo algo posterior; está en inglés, lo que podrá ser aprovechado por nuestro amplio alumnado bilingüe. Je.



En un tono muy distinto, el grupo cómico británico Monty Python hizo en 1984 una película ampulosamente llamada El sentido de la vida (The Meaning of Life). En uno de los sketches -llamado Muerte- se presenta a ésta como una presencia tan inesperada como inexorable. Su iconografía es la más clásica: esqueleto con guadaña. Muy simpática secuencia.



Y en la ya mencionada y desternillante película de Woody Allen La última noche de Boris Grushenko (más certeramente llamada en su versión original Love & Death), el protagonista está permanentemente angustiado por la muerte. Toda la cinta es una alarde de homenajes a filósofos clásicos y a Dostoievski. Al final, consigue superar su temor y parte hacia el más allá mientras baila con la muerte -aquí vestida de blanco- en el famoso plano final que tenéis aquí:

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