sábado, 4 de mayo de 2019

Influencia social. ¡Qué miedo!

En nuestras clases de Psicología para 2º de Bachillerato estamos viendo cómo la influencia y la presión de los demás conforman en buenas partes nuestras actitudes, nuestras decisiones e incluso nuestra percepción de la realidad
Es increíble hasta qué punto ocurre esto, lo que pondría en cuestión nuestra pretendida individualidad, la creencia en que tenemos una personalidad absolutamente propia y ajena a posibles influencias del entorno.
La influencia de los otros quedó en evidencia en varios célebres experimentos sociales realizados en los años cincuenta y sesenta. Algunos de ellos han sido vistos en clase, pero creo que es oportuno complementarlos. 
Conviene señalar dos cosas:
  1. Todos ellos han sido replicados multitud de veces con resultados similares.
  2. Algunos no se podrían hacer hoy. Ya en su día suscitaron polémicas, por basarse en el engaño o caer en la crueldad, y ahora las condiciones estarían más restringidas. Recordad aquello de las limitaciones inherentes a la investigación social que no tienen los que investigan las propiedades del manganeso o la elasticidad de un polímero.

A. CONFORMIDAD: El experimento de Asch
En 1951, Solomon Asch nos mostró que vemos lo que no vemos, o que decimos lo que creemos que otros quieren oír, pese a la clara evidencia en contrario.

B. OBEDIENCIA: El experimento de Milgram.
A comienzos de los sesenta, Stanley Milgram demostró que tendemos a obedecer fácilmente a una figura de autoridad, incluso para ejecutar las más abyectas crueldades. Lo más controvertido de los aterradores resultados es que de algún modo pueden usarse para justificar a cualquier policía torturador, a personal de campos de exterminio o a soldados en labores de contrainsurgencia. 

C. LA FIERA QUE LLEVAMOS DENTRO: El experimento de la prisión de Stanford.
En 1971 Philip Zimbardo dirigió un famoso experimento en la Universidad de Stanford que mostró que basta que se nos dé un uniforme o un revestimiento de autoridad para que nos convirtamos en bestias despiadadas, o un uniforme de preso y un número para que nos despersonalicemos y nos sintamos una mierda. Hubo que suspender el experimento, porque la cosa se iba de las manos.

El experimento de Zimbardo ha gozado de una larga historia cinematográfica, lo que es prueba de su interés para el gran público. Conozco tres versiones más o menos recientes. La mejor es la película alemana El experimento (Das Experiment, Oliver Hirschbiegel, 2001). Hay un par de remakes americanos inferiores, uno llamado El experimento (The Experiment, Paul Scheuring, 2010) y otro llamado Experimento de la prisión de Stanford (The Stanford Prison Experiment, Kyle P. Alvarez, 2015). También os las puedo proporcionar si os apetecen.

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