domingo, 15 de diciembre de 2019

Cine y estados de conciencia

El Tema 4 de nuestro curso de Psicología para 2º de bachillerato, Estados de conciencia y drogas, tiene tres ejes fundamentales: el concepto de conciencia y los diversos estados que presenta, el estudio del sueño (y de los sueños) como forma de natural de conciencia alternativa, y el uso de sustancias psicoactivas como forma de inducir estados alterados de conciencia.

El cine ha tratado con profusión el asunto de las drogas, pero no desde un enfoque útil para nuestros propósitos. El narcotráfico o el crimen ligado a él aparecen en montones de filmes, desde El precio del poder (Scarface, 1982) hasta Barry Seal: el traficante (American Made, 2017), pasando por las muy populares historias de narcos televisivas. También se han mostrado con frecuencia las desastrosas consecuencias de la adicción a drogas, como en  El hombre del brazo de oro (The Man with the Golden Arm, 1955), Días de vino y rosas (Days of Wine and Roses, 1962), Pánico en Needle Park (The Panic in Needle Park, 1971) o Yo, Cristina F (Christiane F, 1981), por citar sólo títulos clásicos, pero casi ninguna se ha centrado en las alteraciones de conciencia en sí, más allá de unas cuantas secuelas psicodélicas en películas de los años sesenta y setenta, como la de Buscando mi destino (Easy Rider, 1969). 
Los sueños no suelen ser un tema central en el cine, sino un recurso dramático o narrativo, especialmente en películas de terror, a veces desvelándonos la falsedad de lo narrado, como en el clásico La mujer del cuadro (The Woman in the Window, 1944). Una de las obras más específicas es seguramente Recuerda (Spellbound, 1945), con una famosa secuencia onírica. 
Muy probablemente la película más adecuada a la temática de la unidad sea Viaje alucinante al fondo de la mente, pomposa versión del más idóneo título original, Altered States (Ken Russell, 1980). Se trata de una mezcla entre cine de ciencia- ficción y de terror, con una especie de mad doctor (un joven William Hurt)
 obsesionado con descubrir y experimentar nuevos estados de conciencia, recurriendo tanto a aparataje como a sustancias alucinógenas, en una espiral de creciente delirio y difícil freno. Con efectos fotográficos (no digitales) notables para la época pero hoy anticuados, parte de un planteamiento serio y ambicioso, aunque se desmelena en su tramo final y acaba siendo una obra más de género de lo que seguramente pretendía. En todo caso, puede resultar atractiva y de interés.


La he dejado de nuevo en los ordenadores de las aulas 10 y 17.

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