El azar y la necesidad (Le hasard et la nécessité) es el título de una clásica obra de biología molecular publicada por el eminente biólogo francés Jacques Monod en 1970. Pero es más que eso: el autor compone una elegante y admirable visión del posible sentido -o, mejor, de su ausencia- de la evolución biológica de los seres vivos. De este modo, desborda los ¿estrechos? límites de la ciencia estricta para entrar en los más anchos territorios de la filosofía natural.
Su éxito mundial se debió al escándalo que suscitó no sólo entre científicos, sino también entre filósofos, pensadores y -fenómeno aún más insospechado- políticos. Quizá la clave resida en las propias palabras de Monod:
«Resulta hoy día imprudente, por parte de un hombre, el empleo de la palabra filosofía. (…) Tengo una sola excusa que considero, sin embargo, legítima : el deber que la actualidad impone a los hombres de ciencia de pensar su disciplina en el conjunto de la cultura moderna para enriquecerla así, no sólo con importantes conocimientos técnicos, sino también con ideas arraigadas en su ciencia particular que puedan considerarse humanamente significativas. La misma ingenuidad de una mirada virgen (y la de la ciencia lo es siempre) pueden alumbrar con una luz nueva viejos problemas…(…) Asumo por entero la plena responsabilidad de los desarrollos de orden ético, y hasta tal vez político, que no he querido evitar por peligrosos que fuesen, o ingenuos, o demasiado ambiciosos que pudiesen parecer: la modestia conviene al sabio, pero no a las ideas que lo habitan y que debe defender».
Su éxito mundial se debió al escándalo que suscitó no sólo entre científicos, sino también entre filósofos, pensadores y -fenómeno aún más insospechado- políticos. Quizá la clave resida en las propias palabras de Monod:
«Resulta hoy día imprudente, por parte de un hombre, el empleo de la palabra filosofía. (…) Tengo una sola excusa que considero, sin embargo, legítima : el deber que la actualidad impone a los hombres de ciencia de pensar su disciplina en el conjunto de la cultura moderna para enriquecerla así, no sólo con importantes conocimientos técnicos, sino también con ideas arraigadas en su ciencia particular que puedan considerarse humanamente significativas. La misma ingenuidad de una mirada virgen (y la de la ciencia lo es siempre) pueden alumbrar con una luz nueva viejos problemas…(…) Asumo por entero la plena responsabilidad de los desarrollos de orden ético, y hasta tal vez político, que no he querido evitar por peligrosos que fuesen, o ingenuos, o demasiado ambiciosos que pudiesen parecer: la modestia conviene al sabio, pero no a las ideas que lo habitan y que debe defender».
El nivel del texto es elevado, y no es una lectura para
todos. Nota para el alumnado curioso y valiente: tenemos a vuestra
disposición un ejemplar de esta joya en el Departamento de Filosofía.
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