En el último punto (4.5) del libro de texto que hemos visto en nuestras clases de 1º de Bachillerato se menciona casi de pasada el Test de Turing, sin explicarlo suficientemente. Intentaremos subsanar esto en clase, pero aquí va ya un adelanto.
Veamos. Alan Turing fue un extraordinario matemático británico, pionero de la computación y de la inteligencia artificial. Es célebre su contribución al desciframiento de los códigos secretos nazis, durante la Segunda Guerra Mundial, comprendiendo las claves de la máquina Enigma. Menos conocido es su triste final, básicamente debido a su homosexualidad mal llevada y peor tolerada. (Para los más curiosos, hay información accesible sobre Turing en esta página y en Wikipedia, y en inglés ésta es una web monográfica sobre el autor, o también podéis disfrutar de unos interesantes documentales de la BBC aquí.)
Pues bien: en 1950, cuando las computadoras eran grandes como dormitorios y envidiarían las capacidades de vuestras calculadoras escolares, Turing propuso un sencillo criterio para determinar -algún día- si una máquina piensa: si un entrevistador humano interroga -por escrito, en principio- durante cinco minutos a una máquina y a un humano situados en otra habitación, y no distingue cuál es cada uno, entonces la máquina piensa. (Podéis bichear sobre el Test, con gráficos, aquí, aquí o, ya para fanáticos bilingües, aquí.)
En la fascinante película de 1982 Blade Runner hay un par de secuencias inspiradas muy vagamente en el Test de Turing. La primera es ésta, en la que el señor que aparece a la izquierda... bueno, no es un señor, sino un replicante modelo Nexus-6. ¡Qué cosas!